Soy periodista de TVE y he vivido en el África Negra. Acabo de publicar "Querido Noah".
15.7.11
Navegando en canoa por el Río Congo.
8.7.11
En la residencia del embajador de Estados Unidos, en Congo.
7.7.11
Por primera vez en la historia, San Fermín en Congo.
La fiesta, que se ha celebrado en mi casa, ha reunido por primera vez en la historia a los navarros residentes en Kinshasa. Entre los presentes, el embajador de España en RD Congo, Félix Costales, (a mi lado, con americana), el neuropediatra Juan Narbona, las misioneras Charo -directora del hospital Lisungi- y Camino -que cumple 50 años en el Congo-, los misioneros Oscar y Eneko, el traumatólog Juanjo Echarri, el cooperante de ONAY, Pablo Martínez, el jefe de la cooperación de España en Congo, Juan Peña... Todos los productos recién traídos de Navarra exclusivamente para el evento (gracias mamá por enviarlos!!!!!). La comida, que se ha prolongado durante cinco horas, ha estado muy animada. Se han bailado y cantado jotas y canciones populares. En el Congo, donde la danza y la música es habitual en todos los sucesos de la vida, los africanos se han unido a nosotros y han apreciado el gran valor del folclore navarro.
3.7.11
La boda del año: la de mi cocinero papá Emmanuel.
1.7.11
Bajo el sol abrasador, visitando a los picapedreros del Congo.
Hace un mes que comenzó la estación seca. Atrás quedaron las furibundas tormentas que han azotado Kinshasa durante meses. Consecuencia: las aguas del río Congo han bajado espectacularmente dejando a la vista un fantástico paisaje de enormes piedras negras, reveladoras de un pasado volcánico. Aquí, en la confluencia entre Kisnshasa y Brazzaville, el río se estrecha y cobra tanta fuerza, que deja de ser navegable. Esto es lo que se encontró el explorador Henry Morton Stanley, que tuvo que plegar su canoa -la Lady Alice- y continuar a pie hasta la desembocadura. Aprovechando la bajada de las aguas, decenas de personas acuden a este lugar, a las afueras de Kinshasa, para picar piedra. Lo hacen manualmente, trabajando de sol a sol, con martillos como estos que pesan unos 10 kilos. Los picapedreros convierten la piedra en guijarros que venden, al final de la jornada, como material de construcción. Pueden llegar a ganar unos tres dólares -o sea, un euro y medio aproximadamente- cada día.